martes, 30 de mayo de 2017

"A la mar me'n vull anar". TORRENOSTRA.



finales siglo xx 
Encontrás un ARTICULO SIMILAR escrito en VALENCIANO, en este enlace, publicado por el PERIÓDICO EL7SET.

 CLICLEA ENCIMA Y PODRAS DISFRUTAR DE SU LECTURA: 

  http://el7set.es/not/25700/a-la-mar-me-n-vull-anar-torrenostra/







Torrenostra: 
población marinera de Torreblanca. 
finales siglo SVIII-principios XIX























Torrenostra, es conocida por su gente como La Bella Desconocida, ya que todos los pueblos de la costa han ido creciendo y transformándose en ocasiones a ritmo vertiginoso, y en cambio ella ha quedado como adormecida y poco conocida. Para conocerla y enamorarnos de ella, empecemos acercándonos a sus orígenes.

 SU HISTORIA
No existen vestigios de pobladores remotos, como sí ocurre en poblaciones cercanas como Alcocebre o Torre La Sal, donde han aparecido vestigios íberos o romanos. Seguramente su proximidad con lo que actualmente es conocido como el Paraje Natural Prat Torreblanca Cabanes, que antaño significó una fuente importante de enfermedades derivadas de sus aguas pantanosas, y el peligro que representaba el imprevisto desembarco de piratas, corsarios y malhechores llegados por mar, hicieron poco apetecible el poblamiento de esta franja de litoral.
Deberemos llegar al siglo XVII para tener las primeras noticias de asentamiento humano, con la construcción de una torre fortificada conocida como la "Nueva Torre" desde la que dar vigilancia a la costa, y protección a la gente del lugar.(No olvidemos que en aquel tiempo, se sufrían ataques piratas desde el norte de África, cuyo fin era saquear las casas, hacer botín y llevarse a su gente como cautiv@s, por los que pedir rescate, o venderlos como esclavos. De hecho, en 1397 un grupo de piratas asaltó la población de Torreblanca, llevándose a 108 vecinos, casi la totalidad de sus pobladores).
Por aquellas latitudes lo más cercano a la Nueva Torre eran algunas masías, la torre del Marqués, la masía fortificada de El Campás, y un molino de viento.

Es fácil intuir que en contar con el resguardo de la torre, los lugareños fueran perdiendo el miedo, acercándose con relativa tranquilidad a aquel trozo de costa, descubriendo que ciertamente era una zona rica en pesca por la composición de su arena, apetitosa para que los peces apacentasen hasta cerca de la orilla. Aquellos primeros habitantes debieron de improvisar chozas de cañas y musgo, tan abundantes en los alrededores, cobijos temporales en los que resguardarse alrededor de la Nueva Torre, regresando cuanto antes a sus pueblos de origen. Tendría que pasar cerca de un siglo, hasta entrar en 1900, para que alrededor de la torre, y alineándose frente al mar, fueran asentándose ya los primeros pobladores estables, construyendo humildes y pequeñas casas de planta baja y en ocasiones, con una altura, y terraza. Detrás de estas casas solía haber un patio donde guardar los aparejos de pesca, criar algún conejo o gallina, y cultivar pequeñas huertas. Sin olvidar que a pocos metros ya contaban con las tierras de marjal, con las que ampliar aquellos cultivos. ( estos patios actualmente se han reconvertido en la 2º línea de casas, c/ Cervantes). Uno de los primeros edificios oficiales que se construyó fue una casa de carabineros, que mas tarde pasaría a ser de la guardia civil. 

Estos primeros pobladores llegaron tanto desde Torreblanca, como de otros pueblos de alrededor, superando miedos e incertidumbres para ponerse manos a la obra y construir con sus propias manos aquellas rudimentarias barracas y, con el tiempo, modestas casas.

Intentemos visualizar a estos pioneros. Hombres y mujeres jóvenes, y no tan jóvenes, que se lanzaron al mar para faenar por nuestra costa con ligeras barcas de vela latina, tan sencillas que no podían alejarse mucho, por no contar con brazos suficientes para ser impulsadas a remo en los momentos de calma y escaso viento. Marineros guiados por la intuición y una tecnología tradicional ligada a la Naturaleza. Pescando sin apartarse de la estrecha franja litoral, confiando en que aquel iba a ser un buen día de pesca, angustiándose si resultaba ser todo lo contrario, porque de ello dependía el sustento del resto de la familia. Hombres humildes de mirada limpia que observarían el horizonte esperando no encontrar la llegada de negras nubes que trajesen riesgo a su trabajo, u al contrario, respirarían con alivio ante la llegada de un día claro y una mar plana.

El día a día de estos hombres, era faenar intuyendo que en todo momento se encontraban bajo la mirada vigilante de sus familiares, y en concreto, de madres, hijas y esposas. De esas mujeres sacrificadas y valerosas que mientras criaban hij@s, atendían animales de corral y demás tareas domesticas, también sacaban tiempo para ocuparse del mantenimiento de los aparejos, entre ellos el remiendo de las redes.
Imaginémoslas allí, sentadas frente sus casas o encima del cudolar de piedras, rodeadas de chiquillos y viejos, esperando a sus hombres, comentando las novedades, los infortunios, las ilusiones, y tal vez, cantando de tanto en tanto, esta canción tan popular y entrañable de nuestro pueblo: 
A la mar me'n vull anar a veure les marineres, 
que cusen sense didal i tallen sense tisores. 

Mujeres que en retrasarse la hora de llegada de la barca, rezarian por una protección para sus maridos, padres o hijos (los niños a partir de los 9 años ya podían embarcarse). Mujeres que sabian que la mar era una amante caprichosa, que igual te regalaba una pequeña fortuna, que podía robarte lo que mas querías.
A aquellas tareas infinitas, a algunas mujeres también se les sumaba la venta del pescado al por menor en Torreblanca. Lo trasportaban cargándolo en cestas y alguna carretilla, anunciándolo por las calles al grito de"Peix fresquet!".
Otra tarea era conservar el pescado secándolo al sol y la brisa mediterránea. O prepararlo en vinagre o escabeche (pescado azul), sin olvidar cómo las familias marineras son conocedoras de recetas sencillas y sabrosas con las que saciar el hambre y cargarse de energía. (Muchas de ellas apenas conocían el sabor de la carne, por basarse su alimentación en productos del mar, alguna verdura y hortaliza).

Una vez terminado el trabajo del día, las barcas se sacaban del mar, diariamente, porque no se contaba con escollera ni puerto donde refugiarse. Se ataba la barca con una cuerda y se tiraba de ella, por parte de pescadores, familiares y allegados, hasta depositarla sobre las piedras del cudolar (entonces no había el arenal actual). En ocasiones eran ayudados por algún animal (mula, buey).
Otra entrada de dinero alternativa y ocasional a la pesca, fue convertir Torrenostra en punto de embarque y desembarque de productos como la naranja, algarroba, vino, etc... Aunque se careciese de puerto, los barcos mercantes solían anclar a cierta profundidad, y las pequeñas y ligeras barcas de nuestros pescadores, iban y venían, cargando y descargando dicha mercancía.
En nuestras aguas se pescaba grandes cantidades de pescado y marisco de gran calidad, llegando por este reclamo, barcas desde Peñiscola y Benicarló. Al principio las barcas iban en vela, y en parejas, tirando cada una de ellas de una cuerda, a la que se le ataba una red, pescándose de ese modo al arrastre. Con el tiempo las barcas se mecanizaron y también comenzaron a faenar individualmente.
Los pescadores llevaban la pesca en cajas de madera a la subasta que se hacía a "viva voz" en la misma población. La venta se producía diariamente, aunque se cobraba de manera semanal pagándose al propietario de la barca, que posteriormente repartía aquellos beneficios con los marineros. Este pescado era vendido a las poblaciones vecinas e incluso trasladado por tren a otras mas alejadas, conservando el pescado con picadura de hielo.

Añadimos esta transcripción fechada en 1929, fecha clave donde Torrenostra tuvo su máximo esplendor, para entender cómo en poco tiempo, gracias al esfuerzo de nuestra gente, de la mas absoluta nada, se creó una población que prometía un futuro excelente:
Esta a 3 km de Torreblanca, siendo un poblado de pescadores, la playa esta en excelentes condiciones para tomar el baño y es un punto de abundante pesca. Cuenta con electricidad y playa autorizada para embarcamiento. En la campaña de la naranja llega un barco semanal para su carga. Tiene alcalde de pedanía, dos maestros, un comandante de marina, dos subastadores de pescado, dos cafés, una carnicería, dos carpinteros, una casa de comidas, dos tiendas de comestibles, un estanco, tres comercios de pescado, un herrero, una paquetería, una venta de hielo y dos tabernas. Un lavador público y baños públicos. Cuenta con unas 75 barcas, la mayoría bautizadas con nombre de mujer: joven Antonia, Teresa, Elena, Lirio...

Más datos:
La carretera que unía Torreblanca con Torrenostra no tenia el mismo trazado que el actual, aunque sí bastante parecido, consistiendo en varios caminos estrechos conocidos como “de herradura”. Finalmente sobre 1933 se replantearía un nuevo camino, recto, de dos carriles. Pero si queremos seguir imaginando aquella realidad con la que se encontraron nuestros antepasados, habrá que imaginarlo marcado por huellas de alpargata, bicicletas, carretillas y algún carro. Camino carente de electricidad que lo iluminase, sin asfalto, llenándose de polvo en verano, y de charcos en invierno. Este camino se interrumpía llegando a lo que ahora es el puente por el que cruza la vía férrea, ya que dicho puente se construyó sobre el año 1956, asfaltándose, por fin, poco después la carretera. (En la primera década del 2000 la carretera se ampliaría, añadiendo amplias aceras y carril bici, mejorándose el asfaltado, las luces y los peligrosos cruces. Lo que ha propiciado el traslado rápido entre las dos poblaciones, incluso constantes y bonitos paseos a pie o en bicicleta por el vecindario de ambas poblaciones).

La vida en Torrenostra, a principios del siglo XX, atrajo una continua llegada de nuevos vecinos, alcanzándose cerca de un millar en la época más álgida, y unas 80 barcas. Pensemos en todas estas familias que, esfuerzo a esfuerzo, ilusión a ilusión, fueron moldeando la población, siempre con "grandes esperanzas". Gente que fue abriendo negocios, escuela, iglesia... que vivía el día a día proyectando un futuro a largo término entre aquella franja de costa.
Gente que nacía, crecía, amaba, reía, moría, saboreaba las fiestas populares (San Juan, San Cristóbal, la mare de Deu del Carmen) y soportaba las inclemencias soñando cada nuevo amanecer frente nuestro mar... ese mar que nosotros-as seguimos mirando y que guarda todos nuestros secretos. Los pasados, los presentes y los futuros.
Todas aquellas ilusiones se truncaron en un abrir y cerrar de ojos. El infortunio llegó del 24 al 26 de enero de 1947, y vino de mano de la misma Naturaleza. No se trató de ningún naufragio, sino de una terrible tempestad que azotó España entera con intensas lluvias, nevadas hasta el litoral, frío y fuerte viento. Tanto que las aguas se levantaron con tal furia que consiguieron tragar las humildes casas, teniendo que ser evacuados sus habitantes. En poder volver encontraron destrozos en las embarcaciones, pero también en sus viviendas, comercios, y pertenencias.
Fue tal la ruina que muchos empezaron a intuir que si no las horas, sí los días estaban contados para Torrenostra.
La negativa de las autoridades nacionales de construir alguna escollera o puerto (hubo un serio proyecto donde se ubicaba dicho puerto en lo que es el actual Prat aprovechando la entrada de agua del mar a este espacio) fue otro duro revés que tuvieron que soportar nuestra gente, ya que esta justa reivindicación hacia varias décadas que venía siendo reclamada.
El desanimo fue impregnándose en la población, como un veneno lento y mortífero. No podían proveer un nuevo zarpazo de la Naturaleza, ni arriesgar su suerte a los caprichos de ella. Así se inició una progresiva emigración hacia Castellón, Vinaroz y otros pueblos pesqueros con mejores condiciones, donde se les dio una excelente bienvenida, al constatar en sus hombres las mejores artes de pesca y dominio de vela, y en las mujeres, las excelentes manos como remendadoras de redes, arte que desempeñaban con singular maestría.De esta manera, en apenas 6 décadas, Torrenostra quedaría de nuevo abandonada.

La sangría lenta, dolorosa e imparable se intentó detener en 1955, construyéndose un muro de un metro y medio aproximadamente de alto, entre el mar y la primera linea de casas, pero fue insuficiente para parar el éxodo de este pueblo marinero, en el que apenas quedaban ya un centenar de vecinos. Si el proyecto pesquero había sido arrinconado, un nuevo proyecto comenzó a arraigar dentro de algunos vecinos y vecinas. Había llegado el boom turístico de los años 70.
Una de las primeras decisiones fue derribar el muro y con sus piedras y otras que se trajeron, construir varios espigones, que con el tiempo crearían los extensos arenales que hoy conocemos. También se abrieron merenderos y se construyó una serie de bungalós para alquiler a veraneantes. Al mismo tiempo algunos vecinos del pueblo empezaron a elegir la playa para adquirir viviendas a buen precio, comenzando a reformarse viejas casas, y a derribarse otras, construyendo nuevas de varias alturas. A finales del siglo XX los merenderos y bungalós fueron derribados, se creó un amplio paseo, se mejoró luces, calzada y aceras. Y los primeros bloques de apartamentos se levantaron.

El crecimiento de la Bella Desconocida ha sido lento pero equilibrado. 
En la memoria de algún@s quedan proyectos singulares en los que el nombre de Torrenostra se mostró como candidata (como la construcción en la década de los 80 de la ciudad de Walt Disney, que finalmente ganó Paris) o el todavía en activo, pero aletargado, proyecto de Doña Blanca Golf. Actualmente la población centra su actividad económica en un tranquilo y mesurado turismo de verano, en carecer de grandes hoteles y discotecas, pero en contar con extensos arenales, buenos accesos de comunicación, amplio paseo marítimo, instalaciones deportivas, pequeño embarcadero, servicio de socorristas, farmacia, comercios, jardines, juegos infantiles, terrazas y restaurantes a pocos metros del mar, sin olvidarnos de sus aguas tranquilas y cristalinas, y la belleza singular del Parque Natural del Prat Cabanes/Torreblanca por el que recorrer sendas de gran belleza paisajista. Su calidad ambiental e instalaciones la han hecho ganadora de la bandera azul, que llegó hace años, para no marcharse. :-) 
En definitiva, es un lugar bello, tranquilo y acogedor, que no ha perdido su esencia de pueblo, y del que su futuro todavía esta por escribir.

Este Blog no pertenece a nadie, ya que es de tod@s. 

Si quieres compartir en este Blog algun recuerdo o foto de Torrenostra, o Torreblanca,  hazlo llegar a este email: femmemoriatorreblanca@gmail.com
Pon el nombre del autor-a para que figure. Gracias. 



primer asfaltado carretera.




antigua iglesia, ubicada en el mismo sitio que la actual. 
Procesión:  podemos ver todavía el muro construido como temporal protección. 
década de los 60: primeros merenderos y bungalows









La "Nueva Torre", estado actual una vez rehabilitada.  
Torre que con el tiempo propiciaría el nacimiento de esta población marinera. 
(en su origen la puerta se encontraba mirando hacia Castellón y sobre ella se encontraba una barbacana. Hoy esta entrada esta tapada por el edificio colindante, abriendose la nueva entrada actual, en la fachada que mira hcia el mar. )  





CAMPO y INDUSTRIA

ERAS
A principios del siglo xx existía una era conocida con el nombre de la Conchita, donde se iba a trillar el trigo que se cosechaba en nuestro entorno. El método consistía en extender los fajos del trigo sobre el suelo de la era, y los caballos y mulos rodaban sobre ellos, en circulo, arrastrando los trillos.

Con aquella operación se separaba el grano de la paja. Seguidamente con ayuda de unas horcas se levantaban al aire, una y otra vez, esperando que con la ayuda del aire, el grano cayese al suelo y la paja saliese volando, a cierta distancia. Seguidamente se recogía el grano para alimento de la familia, y la paja se utilizaba para diversos usos, el mas común era como forraje para los animales.
Aquel trabajo era laborioso, duraba todo el dia, y se solia comer, merendar y cenar  en la misma era. Otras eras conocidas eran las de Artola, la de Santi Isidre...
A partir de los años 40 comenzaron a usarse maquinas trilladoras tanto para el trigo, como el ordi, el arroz...  que comportó mas comodidad en ese trabajo y la progresiva desaparición de las eras.

CERÁMICA
En la década de los 20-30 existían varias fabricas donde se elaboraban  todo tipo de utensilios de barro/arcilla, como cantaros, cuencos, etc ademas de componentes para la construcción como ladrillos y tejas. Las mujeres solían trabajar encajando las tejas y los ladrillos.

SALARIOS
Nunca el agricultor ha podido ganarse holgadamente la vida, algo que actualmente sigue ocurriendo. En un documento, hay recogido este testimonio: A Torreblanca, en los años 40, las mujeres acudian a trabajar al campo a pie, recorriendo varios kilometros y trabajando de sol a sol. segaban alfalfa, trigo, recogian moniatos... todo ello por 2 pesetas al día.


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